jueves, 7 de noviembre de 2013

EL SÍNDROME DEL CUADERNO NUEVO


EL SÍNDROME DEL CUADERNO NUEVO


Tú vives siempre en tus actos. 
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas. 

Bonito, ¿eh? Así nos describe Salinas el “estado de flujo” en el que se encuentra su amada, lo que la hace tan atractiva. No sé si saben a dónde quiero llegar.  Permítanme continuar con una reflexión sobre la manera de usar un cuaderno escolar, ayudará a explicarme.

Creo que podríamos encontrar dos actitudes básicas a la hora de usar un cuaderno;  la del estudiante que se ilusiona con él, lo forra, escribe su nombre en la portada con todo el esmero posible, decora la primera página…,  todo hecho con mucha tensión, con miedo a equivocarse y estropearlo;  el mismo miedo que le agarrota cuando intenta escribir en él.  Creo que entenderán que el final de este proceder es que el estudiante, muy a su pesar, debe escribir algo en las primeras páginas y que lo escrito seguro que estará muy por debajo de lo que el cuaderno-tuneado exige, con lo que más pronto que tarde, después de arrancar varias hojas, y aceptar la triste mediocre realidad, el alumno perderá el interés por el cuaderno  y probablemente por la asignatura o materia a la que está dedicado, dado el tiempo gastado en el tuning en vez de en el estudio que, con toda probabilidad,  le habrá hecho perder el paso y ganar la frustración tonta derivada de las expectativas imposibles,  generalmente concretada en la inacción o el rechazo manifiesto por lo que no creemos poder alcanzar.

La actitud opuesta es la del estudiante que entiende el cuaderno como una herramienta para aprender, como un espacio de taller en el que con esfuerzos, fracasos y triunfos irá recogiendo sus esfuerzos por ser mejor.  Quizá coincidan conmigo en que cuando avanzado el curso alguien revise el cuaderno dirá algo así como “está muy trabajado, seguro que pertenece a un buen alumno”.

Bien, pues algo así sucede a los padres con los hijos.  Hay padres con unas expectativas tan grandes y un miedo a equivocarse tal que no se atreven a actuar;  y, si lo hacen,  es para comprobar una y otra vez que la galleta no está rota, para pedir confirmación ansiosa al tutor, al orientador, al vecino… de que el número se lo han dado premiado,  y, amigos, en el pecado está la penitencia, ya les conté el final del estudiante más pendiente de no emborronar el cuaderno que de entender la asignatura.

Y luego, claro, están también los padres en “estado de flujo” con los hijos y su educación, desde el principio, sin reparar en ello, sin saber lo valioso, hermoso y atractivo de su proceder.

Hechas estas aclaraciones, creo que podríamos pasar a especificar la sintomatología de lo que podría definirse como “Síndrome del Cuaderno Nuevo  en los padres”;  el SCN, que vende más.

1.- Altas expectativas.
2.- Chequeo continuo del niño para encontrar o cerciorarse de la excepcionalidad pretendida.
3.- Sobreprotección tendente a evitar todo fracaso o frustración en el niño.
4.- Procurar formar una imagen de “madurez” en el niño valorando y potenciando actitudes y conocimientos “sorprendentes”, propios de un adulto.  “Encender bombillas”,  llamar la atención es lo que suelen hacer muchos de los niños que sufren padres con este síndrome.  Saben los nombres de los dinosaurios más difíciles, hablan sobre cosas que no entienden con una soltura de superficialidad aprendida; intentan seducir, buscan el aplauso inmediato, la admiración… por eso precisamente, huyen del aprendizaje, desprecian lo que ignoran, carecen de la humildad necesaria para aprender.  Aprenden a usar el “no están maduras” de la zorra de la fábula como coraza ante las demandas de la realidad, refugiándose en la imagen de su paraíso imaginado que proyectan en los otros.  Tarta para hoy y hambre para mañana.
5.- Búsqueda a toda costa de la singularidad en el niño.  Así, no es difícil que los padres se debatan entre la discapacidad o la superdotación; entre los extremos, en definitiva.  O César o nada, que dicen dijo César.
6.- Búsqueda de etiquetas que expliquen las expectativas rotas.  TDAH, dislexia, Asperger, superdotación… aquí la variedad es inmensa, aunque la cosa va por modas, con lo que la homogeneidad también.
7.- Si la galleta está rota, ya no interesa.  Todo el interés que suelen mostrar estos padres en los primeros años del niño, se suele ir diluyendo y desapareciendo por completo cuando el alumno realiza los últimos años de Primaria o los primeros de Secundaria, a la vez que se dicen algo así como <<no es como yo quería que fuese –con una erre el “quería”, nótese- por tanto ya no me interesa>>.




sábado, 28 de septiembre de 2013

LA PRIMERA SESIÓN DE PSICOTERAPIA ES GRATIS


Estarán conmigo en que muchos de los problemas de los niños son inducidos por los adultos, así que, no pocas de las veces, hay que “educar” a los adultos para tratar de mejorar a los niños.

 Si queremos que las cosas cambien, lo mejor es que cambiemos nosotros también. No vale de nada criticar, protestar, sentirse y mostrarse indignados hasta el infarto… si no cambiamos.  Claro otra cosa es que en el fondo nos guste ser un poco desgraciados, que nos hayamos habituado a quejarnos y temamos que alguien nos descubra o procure la solución del problema, porque entonces… lo más seguro es que se trasluciera el vacío del mundo en la oquedad de nuestra cabeza y de nuestras vidas.

 En fin, que, por si deciden ir un día al psicólogo, pues que aquí les explico los primeros pasos que andarán con él, que una vez andados, ya es la cosa más personal y complicada y ojalá tengan suerte y encuentren una buena persona, sí, que sea psicólogo, bueno; pero fundamentalmente una persona con sentido y conocimiento común, el menos común de los conocimientos y de los sentires, ya saben.

  1er paso. Defina su problema.
 Sin galimatías, sin retórica, exponga el problema de una manera matemática a ser posible. Escríbalo, así será más preciso y corto en la expresión.

 2º paso. Mídalo.
¿Cuánto pesa?, ¿cuánto mide su problema? Seguro que “muchiiisiiimooo”. Pero piense por un momento en la escala que usa para medirlo. ¿De verdad que “su “ problema es uno de los más grandes por los que ha tenido que pasar la humanidad entera? ¿De verdad que no encuentra problemas más grandes que el que padece? ¿Seguirá siendo un problema el año que viene? ¿y dentro de 100 años?  De vez en cuando es bueno visitar algún cementerio que otro para "visusalizar" la conocida frase "no hay mal que cien años dure".

 Es cierto que si nos pillamos un dedo con un puerta y nos procuramos un moratón en una uña eso nos duele más que todas las guerras del mundo, pero ¿es lógico mantener por más allá de unos segundos, minutos acaso, este sentimiento o pensamiento?, ¿es ético? Imaginemos que sí, que es lo siente como un grandísimo problema, ¿de verdad que este problema le impediría ser medianamente –no se puede aspirar a más- feliz? ¿Le impediría, el problema que siente, hacer a alguien un poquito más feliz, o menos infeliz –como prefiera-?, ¿le impediría “ser útil” a los demás, al mundo, a la vida; poner su granito de arena… que es, en definitiva, la mejor manera de sentirse un poco o un mucho mejor?

 3er paso ¿Es su problema real o inventado?
 Me explico; ¿es la realidad lo que le hace sentirse mal o lo que usted piensa sobre esa realidad? Bueno, mejor que yo se explicó Epiceto: “No son los hechos, sino lo que pensamos sobre ellos lo que nos perturba”.

 Tuvieron que pasar dos milenios para que Albert Ellis, desarrollando esta filosofía se inventara su famosa “terapia cognitiva”, muy probablemente la que en posteriores sesiones, esas sí, de pago, le irá explicando la buena o mala persona, que le está tratando como psicólogo o psicóloga cognitivo o cognitiva – por seguir con las tontadas de la nueva gramática parda-.

 Bien, pues el “Alter Ellis” en las manos -en la mente, mejor dicho- del cual se haya puesto usted, intentará hacerle ver que a nosotros nos pasan “cosas” (Actions), y que nosotros formamos pensamientos (Beliefs) sobre ellas, que, a su vez, nos producen consecuencias (Consequences); el ABC de la psicoterapia, Actions (A), Beliefs (B), Consequences (C). Y muy importante, no son las cosas o acciones las que nos afectan, sino los pensamientos que elaboramos sobre ellas, y son estos últimos los que nos deparan las consecuencias más importantes, no lo que nos sucede.  Un ejemplo: llueve. Bien, pues depende cómo se lo tome, un mismo hecho puede ser para usted un placer o un fastidio; pudiendo el pensamiento que genere sobre el hecho de llover, no el acto de llover o no llover, hacerle feliz o desdichado, según se lo tome, que se dice en llano.

 4º paso Los pensamientos que le deparan pesares son “pensamientos negativos”, “irracionales”.

No producen en usted ni en los demás nada bueno. Y se forman en usted ante la mínima causa porque usted ha aprendido a entender la realidad, a pensarla, a través de unos “errores cognitivos”.

 Por tanto, por su bien, es bueno que aprenda a distinguir estos “errores cognitivos”, base y sustento de sus pensamientos negativos.

 Ellis los lista, pero si tiene prisa, yo le diría que se pueden resumir en una simple palabra o concepto: EXAGERACIÓN. Si quiere entretenerse, pues aquí tiene la lista:

Filtraje. Sólo se ve lo negativo de una situación, desatendiendo el resto.

 • Pensamiento polarizado. Sin término medio, en blanco o negro, sin matices.

Sobregeneralización. Cualquier suceso aislado se toma como la norma eterna y global. Todo, nadie, nunca, siempre, todos, ninguno… son palabras usuales para expresar este error cognitivo.

Interpretación del pensamiento. No sólo pensamos de manera negativa nosotros si no que atribuimos esa manera de pensar a los demás. “Sé lo que estás pensando… soy un imbécil”.

Visión catastrófica. Cualquier cosa se entiende o se espera como un desastre. “ Y si… me caigo por la escalera y me mato, mejor no salgo”. Deje de pensar en las peores consecuencias.  Decía Montaigne: "Mi vida ha estado llena de desgracias de las que la mayoría no se hicieron realidad".

Personalización. Tendencia a relacionarlo todo consigo mismo, comparándose continuamente con los demás y sintiéndose el más perjudicado, viviendo en una “evaluación continua” o prueba de valía ante los demás, donde la persona se siente como el sujeto agente y paciente de sus desdichas.

Falacia de control. Creer que se controla todo o que todo es incontrolable, que se es omnipotente o que no se tiene control sobre nada.

Falacia de justicia. La justicia es una evaluación subjetiva; hacer coincidir la de los demás con la nuestra es una tarea abocada al fracaso.

Razonamiento emocional. Creemos que todo lo que sentimos tiene que ser verdadero. Creer siempre en las emociones propias es como creer en todo lo que se imprime. La mejor manera de ser feo es sentirlo, igual que la de ser una belleza.

Falacia del cambio. Sentir que son los demás los que tienen que cambiar para que cambie mi estado. Es posible cambiar cosas en nosotros, pero poco podemos hacer deseando que cambien los demás.

Los debería. Comportarse no como nuestra conciencia o sentir nos indica sino como “deberíamos” comportarnos según los otros. La falta de asertividad y autoestima son la base de tantas y tantas obligaciones y cargas que sólo nosotros nos autoimponemos, eso sí, culpando a los otros de ello, claro.

• Tener razón. Vivir a la defensiva-ofensiva queriendo llevar razón en todo es la mejor manera de labrar la infelicidad propia y ajena. “Prefiero ser amable a llevar razón”, es una frase de W. Dyer, muy acertada y procuradora de felicidad y buenas relaciones sociales.

• Falacia de la recompensa divina. Es necesario sufrir en este mundo para ganarse el otro. Sin comentarios; pero, si hay otro mundo, creo que debe ser cierto lo que dice Machado: “porque sólo lleva quien deja y sólo vive el que ha vivido”.

 5º paso.  Aprender a combatir los pensamientos negativos o irracionales.

Para ello, creo que habría que utilizar D3, esto es Detectar, Detener y Discutir estos pensamientos negativos.

 6º paso. Sustituir los pensamientos negativos por aquellos que nos ayudan a ser mejores y más felices. Pensar en “preferencias” más que en “deberías”, agradecer en vez de agredir…

 Bueno y la 2º sesión, ya es de pago; y suerte, porque la primera ya han visto que es teórica, introductoria… e incluso un psicólogo sabría llevarla; pero, amigos, para las demás ya la cosa se complica, y ojalá encuentren en el psicólogo a su vez a una buena persona –“en el buen sentido de la palabra, bueno”-, porque si no, mejor que se estén quietos.

Ah, no se les ocurra contar conmigo para esas segundas o más sesiones... que ya saben que mi hobby es la pintura.  Lo siento.